Las sociedades secretas han surgido en todas las épocas y en todas las latitudes, aunque con diferentes finalidades. Unas para custodiar el conocimiento esotérico y perpetuarlo; otras para purificar al ser humano y extender a toda la humanidad la fraternidad y el amor; otras para llevar a cabo el desarrollo superior del hombre y activar sus facultades superiores; otras para imponer la justicia y contrarrestar las arbitrariedades de los poderosos; otras para cometer en la oscuridad toda clase de crímenes.
Una sociedad secreta está formada por un conjunto más o menos numeroso de personas que poseen un objetivo similar y cuyos preceptos, ideas y métodos se mantienen ocultos, celosamente guardados y apartados de la curiosidad de aquellos que no forman parte de la sociedad.
Las sociedades secretas pueden clasificarse en «iniciáticas» o «espiritualistas»,«políticas», «justicieras» y «criminales». Entre las sociedades iniciáticas y las restantes existen marcadísimas diferencias.
Las sociedades secretas políticas, los Carbonarios, por ejemplo, son aquellas que desde la oscuridad combaten contra el régimen establecido o contra la dominación extranjera, pretendiendo en algunas ocasiones el poder político.
Las sociedades secretas justicieras, la Santa Vehme, por ejemplo, son aquellas que, aparte de la justicia legal, tratan de imponer su propia justicia, utilizando sus propios juicios y procedimientos.
Las sociedades secretas criminales —como los Thag—, por lo general siempre al margen de la ley, actúan con fines fanáticos o lucrativos, cometiendo toda clase de actos delictivos.
Muy diferentes de todas las sociedades secretas descritas son las sociedades iniciáticas, excepto en que también son secretas. En tanto que las sociedades secretas no iniciáticas tienen unos fines materialistas, las iniciáticas tienen —-o al menos deben tener— unos fines espirituales. Toda sociedad iniciática no debe perseguir el poder político o económico, aunque no cabe duda de que algunas de ellas parecen haberse olvidado de este precepto. Porque las sociedades secretas políticas persiguen unos fines materiales, desaparecen por lo general muchísimo antes de lo que puedan hacerlo las iniciáticas, ya que las circunstancias políticas limitan su duración. Sin embargo, las sociedades iniciáticas, no determinadas por la vida material, sino alentadas por el vigor espiritual, se extienden durante siglos. Sus miembros buscan la autosuperación personal, la purificación de la conducta y de los pensamientos y actos, el bienestar de la humanidad. Aunque mantienen en secreto sus símbolos, preceptos, enseñanzas y ceremonias, no se ocultan porque estén fuera de la ley, como puedan hacerlo las sociedades criminales, o porque pretendan llevar a cabo sus propios procedimientos justicieros, como sucede con las sociedades justicieras; ocultan sus métodos esotéricos y sus principios filosóficos, pero todos saben de su existencia, e incluso el profano puede aspirar a formar parte de la sociedad si demuestra su buena fe y un grado necesario de madurez. Las sociedades secretas iniciáticas preservan sus conocimientos para los iniciados, porque no desean que éstos sean objeto de burla o de mala utilización entre los profanos.
Cuando las sociedades iniciáticas o espiritualistas persiguen el poder o la riqueza, vulneran gravemente sus principios y se apartan de su misión verdadera, que en todo momento y en toda circunstancia debe ser la de mostrar las verdades superiores y conducir a sus miembros hasta la luz imperecedera.
Los iniciados en la India, el Tibet, en Egipto, en Grecia, los esenios y otras sectas judías, los gnósticos y neognósticos, la orden de los caballeros templarios, los alquimistas, los rosacruces y martinistas, la francmasonería, los espiritistas, los teósofos, la ciencia cristiana, Gurdjieff y su sistema, la escuela arcana, sociedades y sectas.
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